martes, 19 de mayo de 2009

Calle


Entrando a las largas horas con el ojo prendido de calor,
en un eléctrico y neurótico día,
las calles envueltas en un profundo ruido,
ilimito las posibilidades de querer desvanecerlo todo.
Un arma.
Una Bomba.
Una bacteria asesina.
Algo que decrezca la inercia lumínica impaciente e inconforme.
Ya no la soporto.
Me apesta.
Me agravia.
Me humilla.
Tanta dulzura vestida de piernas intocables.
Tanto neumático aplastado al cruzar la mirada perdida.
Tanto comercio repeliendo las intenciones del hurto.
Tanto aire levitando en pensamientos y sugerencias de esta masa frustrada y enferma.

Hoy no tengo pensamientos nobles para ningún ciudadano.

Solo un espíritu vengativo a un desconocido enemigo que deambula presuroso en la neblina de un invierno febril.

Se cola en las cerillas de mis oídos.
En las uñas
En el metálico sabor vertedero caudal diabólico de perfume bucal rechazado.
Lo tengo taladrando mis días.

¿Alguien me sigue el ardor de este instinto criminal?


Coman y rían hasta vomitar de alegría.

No esperes a que el rostro clausure rudo y serio.

Pronto tendrás empuñada la idea macabra.

Protégete.