
En la primera semana del mes entrante, vendrá el corredor de propiedades y me cobrara $30.000 pesos más por el arriendo de la casa. Según él, el I.P.C sube el precio de acuerdo a la economía actual que experimente nuestro largo y estrecho país. Las condiciones para enfrentar al señor cobranza no son del todo favorables. Tengo trabajo, pero... su remunerado sueldo entristecería al corazón más indiferente de mis enemigos. Nadie creería los esfuerzos por mi obstinada sobre-vivencia. Claro. Tengo entradas por diversas iniciativas que con el tiempo han demostrado ser un embriagante licor conformista ante eventuales aspiraciones. Como lo debido. Consumo lo justo. Visto lo apropiado. Disfruto lo austero. Remato lo que tengo y habito feliz en mi propio orden.
Sorprendería nuevamente al señor cobranza con mi culposa opinión sobre lo difícil que significa conseguir dinero hoy por nuestros días.
Acostumbrada reacción lastimosa tendría entre sus ojos y motivado a devolver a su mirada una respetuosa promesa, le diría:--“Este año las cuentas estarán a la fecha”.
(Desenvainando la mentira como de costumbre)
Atravesaría el umbral de la puerta, y el invierno de su presencia, desmantelaría todo lo débil en huesos que me queda de soporte.
La indiferencia entregaría el dinero (porque siempre esta la opción de escapar o asesinar en tiempos de crisis) y el trato cobraría vigencia.
Fui a mi habitación.
Tome una radio vieja pero valiosa de mi abuela. Coloque las llaves en mi bolsillo y partí a la feria las pulgas del 13 y medio del Belloto. Allí, alguien me daría una cuota de la parte adicional que tendría que pagar en pocos días más.
Sin desayuno arrastraba el polvo hacia las numerosas personas alienadas que seguían mis pisadas a la feria.
Este espacio estaba destinado a escenificar uno de los retratos más medievales de nuestra moderna sociedad.
Aquí, se venden y revenden las pocas cosas que esforzados chilenos no han podido retener como bienes personales; todo lo que abriga y colorea el suficiente valor material de una clase social insatisfecha por encontrar comodidad.
Sigiloso entre muchos, evitaba el acosado encuentro con pacos y guardias de seguridad. Estos ahuyentaban a los que no atrevieron pagar por un puesto normal para realizar sus ventas.
Tendría que obligar a un ingenuo comerciante en considerar la riqueza histórica de la radio de mi abuela, esperando la miserable paga de la cuarta parte de su valor.
Importaba el dinero.
No tenía derecho a reclamos.
Me propuse a concretar mis intenciones.
Una hora entera entre emborra chantes paseos, sin que ninguna voz esperanzadora dijera:--¿A cuanto la tiene hijo?
Ningún sonido parecido. Al parecer menos afortunados eran ellos en sus ofertas.
Exclame como lobo en su aullido, directo a los vientos, envuelto en pasión:--
¡Cómprenme por favor! ¡Cómprenme!
Y la multitud ausente de mi ardor, destinada a tener una mañana similar, inclinaba su mirada al preludio de mi opera confesa. Esto imponía las condiciones de normalidad y no forzaría la vergüenza a quienes se sientan motivados a ayudar (era lo que yo creia).
“” Una vieja y hermosa radio, vendo a menos de su precio normal. Es del año 86. Aun conserva su calidad. Tres generaciones la han atravesado en su historia. Demoledores Watts de potencia. Tiene cabezales dispuestos a recuperar sus valiosas cintas. La dulzura de su música recobraría el triple de su valor comercial.””
En el momento, la situación no sobrepasaba mas de lo anecdótico, pero ya había captado el interés, inclusive, hasta en el mas despistado de los borrachos andantes.
La verborrea delirante aun no comenzaba a salivar, y los recuerdos de mi abominable memoria perderían el dominio a la imaginación.
“”Cuando mi abuela tarareaba la Edip Piaf, el hombre llego a la luna, y el pánico a lo desconocido, la sepulto con un ataque completo a la respiración. A sus 77, se fue directo al olvido con la francesa reposando en sus oídos.
Cuando mi padre me golpeaba, y cuando discutía con mi madre, escuchaban In my love del grupo California. Sin ser solicitada, ocupaba de soundtrack a los trastornos emocionales de mi familia.
Alivie las patadas de mi padre escuchando a Nirvana.
Redescubrí mi cuerpo entendiendo a la madonna.
Me llene de rebeldía cuando me informaron del 11 de Al qaeda.
Escuche clarito las mentiras de Pinochet estando en Londres””
“”Cada instante de mi vida, acompañado de su inmortal presencia, adsorbiendo la totalidad de mis pasiones.
Siempre, siempre esta SONY. Siempre.
¡Compren ya! ¡Compren!
Sony 356, año 86 a solo $15.000.””
Y cuando el precio abrió los tímpanos de la reflexión, muchos se largaron, otros se quedaron impresionados de la risa, otros, estupefactos, incapaces de mencionar alguna cosa.
Me recogí envolviendo la SONY. Gire, y me resigne a no opinar nada al respecto, al menos hasta salir completamente de este sitio tan engañoso.
No fue miedo al ridículo lo que saco de inmediato, fue la precaución de un enfrentamiento con alguna seguridad nacional. Estaba indocumentado para pregonar libremente.
Estando fuera, el infortunio predomino con fuerza: El señor cobranza y toda su bastarda familia, me había topado sin derecho a escapatoria.
--Francisco. Pensaba pasar por la mañana a su “casa”. Quería recordarle el aumento del arriendo, para que no tuviera inconvenientes. Estamos muy cerca de la fecha. Al dueño le urge tener el dinero al momento. Recuérdelo, por favor.
A dios.
Y se largo con su numerosa tropa de hijos e hijas, dispuesto a cumplir lo previsto.
¿Quién se apiadara de mi necesidad? Tendré que tomar otro cachureo y regresar antes del cierre. O considerar mis otras formas de ingreso para responder a mis compromisos. Es que soy tan imperfecto para cumplir lo debido. Es mi huracán de mala suerte la que entorpece la sonrisa verdadera.¿A quien le importa? Todos hartados de la vida cavilan por las calles. Nada nuevo que decir. Pero reintentare conseguir la suma por otros medios mas arriesgados.
(esperar segunda parte)