
¿Por qué mi sombra padece en soledad acusándome de traición si ahora estoy feliz y contento, emergido entero de ilusión y confianza?
¿Será que la memoria incrimina alguna postergada enfermedad, engaño, deuda, en fin, algún prontuario que procesar?
¿Me inhabilitaran el derecho natural de expropiar todo el cardumen amargo en mi alma cautiva?
Lo que mi conciencia quiere creer ya no tiene nada que ver conmigo.
Se me sugiere un pasaporte a unas vacaciones desprovistas de fatigas y dolores mentales.
Mi sombra continua apuntándome, acicalada-mente entre la noche y la mañana, esperándome segura al cobro de una invisible deuda. Y yo te digo sombra inmolada en el demonio:
No pensare más en la desgracia propia.
No reconoceré la lentitud de mis esfuerzos.
No derramaré una sola lágrima por el desprecio de los otros o las otras que fustigan el honesto amor que uno profiere.
No vacilaré en desalojar de mi casa los recuerdos de mi antiguo orden.
No me alineare a los espíritus y las tendencias que nacen del masoquista arte de impresionar el morbo.
No, no, no.
Ya basta.
Ayer mi cráneo se partía en mil pedazos.
Hoy la cabeza la sostienen las patas de las aves que viajan por los cielos impertérritas en su vuelo.
Mi viaje es un circo de alegría y esperanza recuperando fuegos y motivaciones.
Renuncio a un cuerpo.
Y te digo solo a ti sombra de la derrota y el lamento:
“regresa con tu Dios de los vencidos, que yo levantare mi semblante entre la neblina dichoso a los brazos de un nuevo mundo"