
El joven tiene ansias de concretar las ideas.
Lucha con inciertas ganas por resolver su día con plausible empeño.
Sorbe un poco de agua y consume tembloroso su pulso.
Esta expectante de que todo resulte.
Al ducharse no piensa en otra cosa que en ideas robustas y proyectos a largo plazo.
Es un joven soñador.
Visionario hombre con deseos nobles e intereses sociales.
Me agrada que tenga su cerebro pulcro sin desolador fracaso.
Reanima mi alma impaciente.
La enciende y la tiñe en un extraño fulgor.
Creo en sus cálculos,
en el diseño de las normas cualitativas y cuantitativas de esfuerzo.
Tendremos el resultado con certeza si calmamos los nervios
y acortamos los roces infantiles,
frutos del mal humor.
El destino son las rutas,
los montes,
las carreteras apartadas,
el desvío de los cerros
y la encumbrada cima de un cerro insolente que disfraza convicción y espíritu solemne.
El joven abre su notebook.
Busca,
analiza y revisa los datos sugerentes.
La gestión marcha impaciente.
Los ánimos confabulan en silencio.
El trabajo energiza el deseo.
El joven pregunta.
Respondemos alegres.
Es un proyecto seguro.
El comienzo viene limpio.
Sin neblinas ni réplicas terrestres/hemos cerrado las sombras,
el antiguo dolor y la vieja costumbre/
El jardín vera los cuerpos alzados.
La risa y el baile serán educados.
La ronda correrá senderos pausados,
nutriendo la herida grabada de la extraña urbe.
Tragar lo austero.
Manufacturar al viento.
Proyecto expedición emerge bendito.
Próxima ruta:
“La redacción de nuestro vuelo”
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